Lee atentamente la siguiente fábula
Un pollito asomó la cabeza fuera del cascarón. Miró a la izquierda y derecha. De a poquito, salio del cascarón y corrió por la hierba, descubriendo las flores y las mariposas. De repente, vio una casita de madera. Golpeó con el pico ¡tac, tac!. Una cabeza grande y lanuda apareció por la ventana.
El pollito le preguntó quién era.
- Yo soy el dueño de esta casa - respondió el perro.
- Que significa ser el dueño de algo?
El pollito le preguntó quién
era.
—Yo soy el dueño de esta casa
—respondió el perro.
—¿Qué significa ser dueño de
algo?
—Tener una cosa para uno no
más —dijo el perro, y le preguntó al pollito—
y tú, ¿de qué eres dueño?
El pollito se puso a pensar
y al ratico contestó:
—Soy dueño de mi cascarón.
—¡Ja, ja, ja! —rió el
perro—, eso no sirve de nada.
El pollito miró a su
alrededor y preguntó:
—Dime, ¿y de quién es el
Sol?
—¡Qué zonzo eres! —respondió
el perro—. El Sol no es de nadie.
—¿De nadie? ¡Pues entonces
va a ser mío! —dijo el pollito.
El perro miró el Sol grande,
amarillo, calientico y pensó: “si el pollito se hace dueño del Sol, yo nunca
voy a tener luz ni calor”. Entonces le dijo: No,
pollito, mejor no. Yo te voy a dar la mitad de mi casa para que seas dueño de
ella y así siga siendo el Sol de nadie. Al rato, el Sol se metió tras una nube
bien negra y comenzaron a caer gruesas gotas de lluvia. El pollito se resguardó
en su pedazo de casa, pero tenía mucho frío. El perro también tenía bastante
frío en su mitad de casa, y se mojaba. Así que llamó al pollito y le propuso:
—¿Por qué no unimos nuestras casas y así
nos damos calor uno a otro?
—¡Listo, hermano! —dijo el pollito.
Ya juntos, comenzó a salir de nuevo el
Sol. El pollito dijo al perro:
—¿Sabes una cosa? Me he sentido muy
contento de disfrutar tu amistad estando juntos.
Como el Sol, que no es de
nadie, sirve para todos, podemos brindar nuestra amistad a
quienes la necesiten
y no rechazarla de quienes nos la brinden.
(Esta fábula fue escrita por
la niña Mónica Andrea Revelo.
Con su fábula ganó un premio
en el Primer concurso nacional de cuento infantil de
Comfabay -Boyacá).
Lee atentamente la siguiente fábula
Un pollito asomó la cabeza fuera del cascarón. Miró a la izquierda y derecha. De a poquito, salio del cascarón y corrió por la hierba, descubriendo las flores y las mariposas. De repente, vio una casita de madera. Golpeó con el pico ¡tac, tac!. Una cabeza grande y lanuda apareció por la ventana.
El pollito le preguntó quién era.
- Yo soy el dueño de esta casa - respondió el perro.
- Que significa ser el dueño de algo?
El pollito le preguntó quién era.
- Yo soy el dueño de esta casa - respondió el perro.
- Que significa ser el dueño de algo?
El pollito le preguntó quién
era.
—Yo soy el dueño de esta casa
—respondió el perro.
—¿Qué significa ser dueño de algo?
—Tener una cosa para uno no más —dijo el perro, y le preguntó al pollito—
y tú, ¿de qué eres dueño?
El pollito se puso a pensar y al ratico contestó:
—Soy dueño de mi cascarón.
—¡Ja, ja, ja! —rió el perro—, eso no sirve de nada.
El pollito miró a su alrededor y preguntó:
—Dime, ¿y de quién es el Sol?
—¡Qué zonzo eres! —respondió el perro—. El Sol no es de nadie.
—¿De nadie? ¡Pues entonces va a ser mío! —dijo el pollito.
El perro miró el Sol grande,
amarillo, calientico y pensó: “si el pollito se hace dueño del Sol, yo nunca
voy a tener luz ni calor”. Entonces le dijo: No,
pollito, mejor no. Yo te voy a dar la mitad de mi casa para que seas dueño de
ella y así siga siendo el Sol de nadie. Al rato, el Sol se metió tras una nube
bien negra y comenzaron a caer gruesas gotas de lluvia. El pollito se resguardó
en su pedazo de casa, pero tenía mucho frío. El perro también tenía bastante
frío en su mitad de casa, y se mojaba. Así que llamó al pollito y le propuso:
—¿Por qué no unimos nuestras casas y así nos damos calor uno a otro?
—¡Listo, hermano! —dijo el pollito.
Ya juntos, comenzó a salir de nuevo el Sol. El pollito dijo al perro:
—¿Sabes una cosa? Me he sentido muy contento de disfrutar tu amistad estando juntos.
Como el Sol, que no es de nadie, sirve para todos, podemos brindar nuestra amistad a
quienes la necesiten y no rechazarla de quienes nos la brinden.
(Esta fábula fue escrita por la niña Mónica Andrea Revelo.
Con su fábula ganó un premio en el Primer concurso nacional de cuento infantil de
Comfabay -Boyacá).