lunes, 15 de abril de 2019

La radio






Es como un pájaro de muchas voces en la casa. A veces canta desde muy temprano, sueña y dice cosas durante todo el día.

Los hay de varias clases: desde los que permanecen en su sitio todo el día, cantan al amanecer y luego un poquito por la noche y así pasan la vida, hasta los que tragan un par de grandes pilas y caminan con su dueña mientras ella conversa y les repite las canciones al ritmo de la escoba, del trapero, del viejo suéter de brillar los pisos. Es como un lorito que dice cosas y su dueña repite lo que él le enseña.  Va al lavadero y canta con los pájaros y ella también canta, la acompaña durante la cena, y al caer el sol se posa en la mesita de noche cuando su dueña va al lecho.

Él la acompaña mientras llegan los primeros sueños. Ella, ya entredormida, y con su cabeza llena de música y noticias, le da las gracias, le acaricia el botón de apagarlo y le otorga el beneficio del silencio.

La radio es, en ese instante, un verdadero pájaro de la familia de los loros, que cierra los ojos al apagar sus luces y esconde la cabeza debajo de las alas del silencio y de la noche. En ese instante, el alma de la radio vuela y se entremezcla con los sueños de su dueña, vuela y disfruta toda la noche por entre los árboles que florecieron y fructificaron durante el día al ritmo de las canciones y de las buenas noticias. Al llegar el amanecer, el alma de la radio busca su nido en el aparato y con el primer rayo de sol, a un toque de la mano de su dueña, despierta al canto de la música.

Tomado de Los animales domésticos y electrodomésticos, Celso Román.