Lee atentamente el siguiente texto.
Cuenta la historia que el buen Sibú, padre de todo lo creado, nos
daba la figura de la inteligencia y todas las cualidades y defectos que nos
acompañarían en nuestra vida y también nos permitía un alma, para que
pudiéramos comportarnos de forma correcta en el universo.
Pero un día los primeros
hombres puestos sobre la tierra por el buen dios descubrieron su alma, se la
quitaron y comenzaron a jugar con ella arrojándola de un lado para otro, hasta
que a uno de ellos se le cayó y se le destrozó.
Sibú, muy triste, vino por aquel insolente que había dejado que su
alma se rompiera y se lo llevó, y como castigo a sus amigos de juego les
dividió el alma en dos partes. Una parte sería buena y siempre sabría hacia
dónde ir, y otra, caprichosa y a veces mala, andaría sin control alguno.
Pasaron los años y los hombres, que desconocían su alma, formaron disturbios,
peleas, masacres, porque no sabían que mientras una parte de ellos les pedía
tomar el camino del bien, la otra los empujaba hacia el mal.
Pero los hombres después de darse cuenta de que por su mal juego
habían sido castigados, pidieron perdón a su dios Sibú y este, conmovido,
volvió en su ayuda y como ya no podía unir las dos partes del alma, les encargó
que cuando fueran mayores debían controlar el alma del mal haciendo que el bien
la dominara.
Con el tiempo algunos hombres han logrado tener una alma unida,
guiada por un solo camino, pero otros,
han dejado que la parte mala de su alma los lleve por el mundo sin ningún
control… Por eso, no todos los hombres somos iguales.
Tomado de La creación de la tierra y otras historias del buen Sibú de los Hibris. Por qué no todos somos iguales. (Adaptación) Adela Ferrero, Editorial Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica, págs 25-29.
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