viernes, 8 de marzo de 2019

La jirafa y el leoncito

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Una enorme jirafa  se acerco a beber en un río.
Miro alrededor por si había cerca algún león.  Debía tener cuidado ya que muchas veces los leones las atacaban cuando estaban bebiendo. Abrió sus patas delanteras para poder bajar su cuello largo y se acercó al agua. Allí, vio una sombra y se asustó un poco, enseguida observó que un pequeño león se escondía en un arbusto. Era Leonín, un pequeño león que se había perdido.

Leonín miró hacia el cuello de la gran jirafa que parecía no acabarse nunca. Cuando al fin vio su cara, unos enormes ojos negros le miraban. El leoncito giró su cabeza y agachó sus orejas. Avanzó la jirafa, a paso lento y tranquilo, hacia él: le tendió la pata. El león la acarició y ambos perdieron el miedo.

La jirafa le preguntó: -¿Porqué estas tan lejos de tu casa?
- Verás, le dijo el león.
- ¿Me perdí, por salir corriendo  detrás de una gacela!
-¿Sólo quería  jugar! ¡Corrí muy veloz hasta quedar agotado!
-¿Qué ocurrió después?
La gacela se espantó y yo me quedé en este lugar. Estaba muy asustado, pero soy un lepon muy valiente, ¡no quería llorar, estoy tan cansado!, dijo el leoncito.

Ven, vamos hasta aquel árbol, -le dijo la jirafa - allí descansaremos. El león se acurrucó entre las patas de la jirafa y se quedo dormido junto a ella. Juntitos, muy juntitos para darse calor.

Pasaron largos días, la jirafa cuidaba de él, le alimentaba y le daba cariño como si fuera su mamá. Un día le explicó que tal vez, dentro de un tiempo tendría que volver con los demás leones, pues era lo mejor para un leoncito.

Una mañana el leonín bebía en el río, cuando unos leones se acercaron a él. La jirafa les observaba desde un alto. Contempló como el pequeño se había encariñado con ellos. Había llegado el momento de partir.

Ella vio cómo se alejaba el leoncito para siempre, pero a pesar de todo estaba feliz porque él había encontrado a su nueva familia.
    

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